Boyando
Comentario de Sergio Chejfec y capítulo 1 de Boyando, nouvelle editada por Caballo Negro Editora.
Comentario de Sergio Chejfec
Decir que un relato cuenta varias historias es anunciar lo obvio, pero es menos habitual notar que ninguna de ellas podría sostenerse sin las otras. Todas las historias de este relato están centradas en un mismo sujeto, ocurren en un mismo lugar y coexisten como si pertenecieran a una personalidad múltiple. Se trata de un cordobés curioso, levemente hedónico, que apenas llegado a Ecuador de vacaciones se pregunta qué está haciendo en medio de una naturaleza y una ciudad amenazantes. Es su manera de asumir en carne propia la feroz y atribulada frivolidad del turista, hecha de lugares comunes, opiniones de segunda mano y trabajos físicos extenuantes. El vitalismo que prometía perfeccionarse con la frecuentación de lo exótico se desmorona, pero no tanto debido al impacto de lo diferente sino a la retórica utilitaria de viajeros y folletos, que agotan cualquier experiencia antes de vivirla. En un momento el viajero se rebela y dice no. Entre la literatura y la vida prestada elige la literatura: decide ser un propalador de aventuras ajenas, como si se hubiera propuesto predicar al Turista extrayendo algo de cada uno de ellos. Mientras tanto la verdadera aventura aguarda en un barrio de la ciudad –a donde los tsunamis no llegan.
Alberto Rodríguez Maiztegui es el brillante autor de este caudaloso naufragio en las alturas de Quito, que como en pocos otros la observación es el ejercicio indicado para salvarse a través de la palabra.
Capítulo 1
Se me taparon los oídos. Cerré la boca, me tapé la nariz, soplé y nada.
Corrí la cortina inmunda que separa turista de bussines y miré detenidamente a la mujer que estaba delante de mí: su reloj, sus modales, sus tetas hechas que no se movían por las turbulencias, su celular desde donde navegaba por Internet, las extensiones de pelo, el espacio, sobre todo el espacio; sentada con las piernas cruzadas que movía hacia arriba y hacia abajo. El azafato (¿así se dice?) se acercó y corrió la cortinita sonriendo con esa formalidad de cartón.
Se fue y descorrí la cortina.
Debería haber viajado por tierra como todos.
¿Debería haber viajado por tierra como todos?
Repasé mi itinerario una vez más: llego a Quito y recorro el centro histórico, subo al panecillo, paso por la feria de artesanías y, si puedo, voy a la mitad del mundo. Después tomo el colectivo a Muisme y desde ahí en lancha hasta Mompiche; diez días y sus noches en el mar.
No puedo leer y escribo en los márgenes de la Trilogía de Nueva York, de Auster.
Cada diez minutos habla el capitán o la azafata, en castellano y en inglés, para vender un perfume, una pulsera o el último iPod a precio regalado, el precio del aire sin impuestos.
El zumbido de la turbina.
El timbre que suena cada dos por tres.
Pasa el azafato y le pido otra cerveza.
Debería haber viajado por tierra como todos.
